La primera vez que supe de Prince fue en 1988. Me regalaron
unos vinilos recopilatorios y recuerdo que, mi primo, escandalizado, me
señalaba la foto en miniatura de la portada de su disco Lovesexy. Aunque la
canción incluida en el disco no me resultara especialmente atractiva (Alphabet
St.) si lo fue aquella portada. ¡Guau! ¡Un artista de modos extraños, de
canción extraña y desnudo en la carpeta del disco! Había que seguirle la pista.
Aunque alguno de sus más grandes éxitos los había publicado
con anterioridad, nada prohíbe a nadie revisar la discografía de un cantante
así que, a pesar de los pocos medios que tenía en los 80 y tener sólo 11 años
en aquel momento hurgué un poco y desde entonces cuento con auténticas joyas
suyas como Kiss (que me da la vida nada más oírla), If I was your girlfriend
(me descubrió su poderío vocal) o la archiconocida Purple rain. De ahí en
adelante sería y sigue siendo uno de mis referentes musicales a pesar de
entender poco (sólo hice estudios elementales de solfeo así que no sé mucho de
partituras, notas o calidad musical) pero sentir mucho. A fin de cuentas para
eso es la música, ¿no? A mí, a pesar de su físico (poco agraciado, la verdad) y
su estética ambigua y recargada, lo que me importaba era cómo sonaba y cómo me
hacía sentir. Transpiraba sensualidad, soul, funk, ese ritmillo indescriptible,
un desgarro sin límite, versatilidad en todos los aspectos creativos, vocales,
instrumentales y estilísticos, olía y sonaba a SEXO, vamos que oírle me ponía.
Su gran explosión mundial llegaría con discos como la B.S.O
de Batman, o el maravilloso Diamonds and Pearls.
La cadena de televisión Mtv
aún era un buen canal y era realmente acojonante ver cómo se movía en sus
vídeos y cómo transmitía con su música y sonidos personalísimos un estilo de
vida extravagante y fuera de lo habitual.
Su participación en el disco Like a prayer de Madonna y la autoría de determinadas
canciones cedidas a otros artistas (Bangles, O´Connor, Martika, Nona Gaye)
convertidas en grandes éxitos no hicieron más que confirmar que tenía artista
para rato a pesar de las leyendas sobre su figura, las excentricidades de su
vida y su carrera, sus problemas legales (se pusiera el nombre o símbolo que se
pusiera, para mí era Prince, siempre Prince, con su sello incuestionable) o la
dificultad para entender algunos de sus proyectos, experimentales o
comerciales.
Me aparté un poco de su trayectoria después de The Gold
experience debido a mi cabreo con la industria musical y a la llegada de
Internet pero al poco la retomé y, aunque continuaba experimentando y haciendo
lo que le daba la gana en cada uno de sus proyectos, le he seguido en todas sus
publicaciones hasta la última, su HitnRUN Phase Two de 2015, que me devolvió la
alegría por lo nostálgico de su sonido, recuperando a un Prince que me parecía
necesario.
Tenía la esperanza de verle en directo alguna vez. Como a muchos
otros que han desaparecido en la última década. Estoy cabreado y triste porque
me siento un poco huérfano de mis referentes (por suerte son bastantes y aún
queda algún otro), artísticamente hablando, por supuesto, porque empiezo a
sentirme mayor y porque los referentes actuales son…distintos. Ser mitómano es
lo que tiene, y yo lo soy, aunque cada día me planteo más dejar de serlo por
los disgustos que me dan.
Elegir una sola canción me resulta del todo imposible. En todas ellas se intuye el alma por extrañas que me parezcan. Mis playlists incluyen desde las más hasta las menos conocidas así que, me quedo con su obra, con su imagen y le agradezco enormemente las buenas
canciones y momentos que ha aportado a mi vida y le deseo paz.