domingo, 10 de abril de 2011

Querer y no poder

Nuestro sábado continuó con una cena después de la película. Un sitio nuevo. Melilla quiere seguir renovándose. Lounge Club Wasabi. Mucho nombre. Demasiado grande para un sitio que defrauda. Cinco comensales, cinco platos distintos, desde el apartado oriental pasando por el vasco hasta llegar al mediterráneo. Un despropósito. Un querer y no poder tan grande como el ego de quien ha perpetrado tal proyecto. Un servicio torpe y desorientado (con buenas intenciones, eso sí) reciclado de otros restaurantes igual de desproporcionados, una cocina poco acertada en el resultado final de sus platos (tal vez si no abarcasen tanto, si no hubiese tanta pompa y pretenciosidad en la carta y los ingredientes, si no quisieran imitar la cocina de autor tomándonos por snobs que se impresionan y tragan cualquier cosa), una oferta de vinos absurda (como no poder tomar una copa de un simple y básico Ribera del Duero Crianza si no pides la botella entera), una ambientación descuidada (para ser un Lounge Club se espera que la música sea eso, Lounge, y a un volumen adecuado y contínua, cuidada y no que se acabe el disco y le den al play una hora después) y unos precios completamente dislocados para algo que ni de lejos lo merece (y sino que le pregunten al comensal que se pidió Tempura y le faltaban las tres cuartas partes de los ingredientes habituales de la misma o la que pidió una salsa para un añojo al punto (que llegó abrasado) y le trajeron barbacoa o una extraña y ridícula salsa rosa). No nos atrevimos a probar postres. No repetiremos.
Cerramos la noche en “Entrevinos”. Tirón de orejas por los siguientes motivos: no tenían la mitad de los postres de la carta, la música estaba excesivamente alta y no tenía coherencia alguna (pasar de unas sevillanas a Lady Gaga y de ahí al “A mi manera” es una atrocidad) y por último por permitir fumar en el establecimiento.
Ea, ya está todo dicho.

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