domingo, 24 de julio de 2011

Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre...


...o la distancia. Una frase sentenciosa pero poco práctica. A mi parecer la distancia favorece los malentendidos, amplifica las diferencias, enfría las relaciones, las cambia, las enturbia, las mata. Desaparecen esos pocos puntos en común que antes tenías. En ocasiones, si el lazo es fuerte, la determinación completa, el amor bien entendido y respetado, la confianza grande y el espacio para la duda pequeño o inexistente, resiste. En pocas ocasiones.
Por suerte he vivido las dos. Y podría contar mucho sobre ello pero no hablo ahora de una relación amorosa sino de la relación familiar. El hecho de vivir lejos de forma independiente te permite hacerlo a tu manera, a tu gusto pero se crean enfrentamientos cuando vuelves a casa y ves que nada es lo que era. Por mucho que desees volver, ya no vuelves a lo mismo, como tampoco lo haces nunca al mismo río. Eres otro, son otros aunque parezcamos los mismos. Lo peor es aceptar ese cambio. Es lo más duro. Darte cuenta de que nada es igual y que no hay vuelta atrás.  Yo mismo llevo años frustrado, molesto, jodido y cabreado por no querer aceptar ese cambio. Los cambios son difíciles y más si son en tu familia que es lo único con lo que cuentas en la vida… ¿o no?

1 comentario:

  1. Aceptar los cambios que se producen en nuestras vidas no es una tarea fácil, los cambios dan miedo, miedo a que nuestra estabilidad se derrumbe, sin embargo los cambios no tienen porqué tener una connotación negativa. El mundo no es estático y nosotros tampoco, vamos transformándonos en función de las experiencias que vivimos y la madurez que nos aportan los años... pero el amor que se siente por la familia no varia, puede cambiar la manera en la que nos relacionamos con cada uno de sus miembros, pero los sentimientos son los mismos. Tú tienes una familia estupenda, disfrútala.

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